Por el equipo de Archivo de sueños.
Contrario a la creencia popular de que el cerebro “se apaga” durante el sueño, la evidencia neurocientífica revela un panorama completamente diferente. Dormir implica una serie de procesos cerebrales altamente organizados y activos, que varían según las fases del sueño. De manera particular, durante la fase REM (Rapid Eye Movement), que es donde ocurren la mayoría de los sueños vívidos, el cerebro entra en un estado de intensa actividad comparable al de la vigilia.
Durante el sueño REM, se activan diversas regiones cerebrales:
- Sistema límbico, incluyendo la amígdala y el hipocampo: estas estructuras están implicadas en la regulación emocional, la memoria y el procesamiento de experiencias significativas. La activación de este circuito puede explicar por qué muchos sueños están cargados de emociones intensas, tanto agradables como perturbadoras.
- Corteza visual asociativa (especialmente la región occipitotemporal): esta área participa en la generación de imágenes mentales durante el sueño. Aunque los ojos están cerrados, las experiencias oníricas suelen tener una fuerte componente visual, resultado de la estimulación interna de estas áreas.
- Ínsula y corteza cingulada anterior: implicadas en la percepción de sensaciones corporales, interocepción y conciencia emocional. Esto sugiere que el sueño REM también puede incorporar sensaciones físicas o emocionales que no están necesariamente ligadas a estímulos externos.
En contraste, durante el sueño REM se observa una disminución de la actividad en la corteza prefrontal dorsolateral, región clave para las funciones ejecutivas como el razonamiento lógico, el control de impulsos y la planificación. Esta inhibición es responsable de la falta de coherencia narrativa y de la lógica fragmentada que caracteriza a muchos sueños. Por eso podemos aceptar sin sorpresa que volamos, hablamos con personas fallecidas o que el tiempo se pliega de forma absurda: el sistema racional del cerebro está parcialmente “desactivado”.
¿Qué está haciendo el cerebro mientras sueña?
Numerosos estudios apuntan a que el sueño no es solo un proceso de “descanso”, sino también de integración:
- Consolidación de la memoria: Durante el sueño, especialmente en fases no REM (sueño profundo), se consolidan memorias declarativas y procedimentales. Pero en la fase REM, se reorganiza la información emocional y se integran recuerdos recientes con estructuras más antiguas del conocimiento (Stickgold & Walker, 2013). Esto puede dar lugar a sueños donde se mezclan elementos recientes con figuras del pasado o escenarios simbólicos.
- Regulación emocional: Matthew Walker y otros investigadores han demostrado que el sueño REM ayuda a “suavizar” las emociones ligadas a recuerdos traumáticos o perturbadores. La activación del sistema límbico en un entorno desprovisto de noradrenalina (neurotransmisor del estrés) permite reexperimentar emociones intensas sin la carga fisiológica del miedo. En ese sentido, soñar puede ser terapéutico.
- Resolución de problemas y creatividad: La disminución del filtro lógico y la hiperconectividad entre áreas cerebrales en REM permite que emerjan asociaciones inusuales, lo cual potencia la creatividad y el pensamiento divergente. Hay numerosos casos anecdóticos e históricos (como el descubrimiento del anillo de benceno por Kekulé) donde los sueños ofrecieron soluciones inesperadas a problemas complejos.
El cerebro en “modo espera”
Podemos pensar en el cerebro durante el sueño como un sistema que entra en modo de procesamiento interno, aislado en gran medida del entorno externo pero altamente activo en tareas de revisión, reorganización y preparación. Mientras el cuerpo permanece inmóvil (gracias a la atonía muscular que caracteriza al REM), el cerebro “espera” el regreso a la vigilia, armado con nuevas conexiones, emociones procesadas y escenarios internos que —con suerte— nos ayudan a adaptarnos mejor a la realidad.
En este estado, el soñar puede verse como una forma de simulación anticipatoria: el cerebro ensaya futuros posibles, activa mecanismos de ensayo emocional, y responde a experiencias que aún no han sucedido. Esa es la dimensión de espera: no una espera pasiva, sino un ejercicio activo de preparación inconsciente.
muy bueno